martes, 23 de diciembre de 2008

Tiempo.



Hoy es 23 de Diciembre ya. Mañana será nochebuena.

A medida que crecemos el tiempo se apresura y se vuelve violento. Pensar que hace unos años se me hacía eterna la espera desde 6 de enero a 6 de enero. Aquellos días en los que mis mejillas rebosaban ilusión, en los que no lograba conciliar el sueño la noche pre-días especiales.

Siempre me ha encantado regalar, sentir las sonrisas agradecidas. Estas cosas realmente tienen un valor incalculable, y muchas veces cuando recibo un regalo, no se como reaccionar. Sea lo que sea, siempre pienso más allá. A ver, me explico. Cuando recibes un regalo, teniendo a parte si el regalo te agrada mucho o poco debemos abstraer del regalo en sí el acto de regalar. ¿No es bonito que alguien se moleste y haga/compre/escoja un presente perdiendo sus propias fuerzas/dinero/tiempo en algo exclusiva y especialmente escogido para tu persona?

Que piensen en ti. Que se acuerden. Y sobretodo que les nazca dártelo. Ya puede ser la cosa más simple y banal del mundo, que si es de esta manera yo lo recojo con los brazos abiertos.

Qué dificil es a veces regalar. Me rompo la cabeza pensandolo algunas veces. Otras escojo lo primero que creo correcto. Pero siempre, de alguna u otra manera he tenido la costumbre de cuando dispongo de tiempo y de medios hacer notar mis regalos. No por destacar, sino por el hecho de: trata a los demás como te gustaría que te trataran a ti.

Muchas veces se podrá opinar que este tipo de pensamientos son inútiles. No es que se busque un mismo trato del resto del mundo. No es que se regale esperando que la justicia responda de igual manera, ni muchísimo menos. Simplemente es que la mejor manera de obrar es de la que creemos más acertada. Si cada cual obrara de esta manera, crecerían las sonrisas por las esquinas en estos tiempos de calor humano.

Y habrá quien diga: "Si hombre, ¿tú crees que la gente haría eso por ti?" Realmente, no me importa. Solo si no recibes regalos puedes darte cuenta de lo importante que son. Solo de esa manera puedes apreciarlos en su totalidad. Eso es algo que me han enseñado desde muy pequeña, y que aprendí bien. Gracias a dios, nunca podré quejarme pues la generosidad de mis padres rebosa lo estipulado y lo mejor que he podido hacer es responder a ella con mis medios. Pero en otros ámbitos la cosa cambia.




Bueno. Como bien dije antes ya es 23, y el tiempo va sin frenos. No llevo ni 5 días de vacaciones de Navidad y ya siento el agobio en la nuca. A lo que me refiero es que quiero aprovechar en la medida de lo posible estas vacaciones. Un tiempo para mí.

Así, me encuentro ahora mismo en un estado de: "Quiero hacer mil cosas, puedo hacer mil cosas". Estoy leyéndome un libro de Jorge Bucay que le regalé a mi madre las navidades pasadas, "El mito de la Diosa Fortuna". Muy interesante, como no.

Además, debido a mi afán de querar estar en la misa y a la vez tocando las campanas, estoy por terminar La metamorfosis. La verdad que no es un libro extenso, lo puedes leer en un ratito. ¿Problema? Cuando empiezo a leer son las tantas de la madrugada y cuando mis ojos en su expléndido cansancio comienza a confundir letras y hacer movimientos extraños, debo dejarlo para otro momento. Aparte sigo con otros libros como mi querida Rachel que más bien parece Claire se queda sola, porque la tengo abandonada a la pobre. Y aun tengo por leerme un libro de Jordi Sierra i Fabra que me prestó Bea.
¿Conclusión? Estos días finiquitaré mis lecturas. Además tngo previsto ver unas peliculas que llevan tiempo esperando, y algunas cosas más.


Para esta nochebuena quiero hacer algo especial. Mi madre llegará un poco más tarde, así que (aunque ella dejará en medida de lo posible las cosas) yo me encargaré de preparar la cena. Así me gustaría que lo enanos (llámense así a mis 4 hermanos menores) hagan algo conmigo, pues de seguro ya escucho el el quejido saliendo de sus bocas dicendome: Neri... ¿Podemos ayudar? ¿Qué es esto? ¿Qué haces? A mí eso no me gusta... Por lo tanto pienso hacer algo especial con ellos para desquitar su afan de ayudar e incordiarme. Mi padre seguramente descansará asi que tomaré el mando en la cocina. Oh si. Como me gusta tomar el mando...
Creo que les haré hacer galletas. Algo de repostería donde poder cansarles y aver que me aconseja mi madre hacer de cena.

En fin. Estos días vivo a base de chocolates calientes, capuccinos, libros, peliculas y mantas. ¡Qué felicidad por dios! (Si no mencionamos los deberes que tengo que hacer claro..) Para colmo mi habitación está más acogedora que nunca no sé por qué. En estos días la decoraré ( más si se puede).


jueves, 11 de diciembre de 2008

There is really no way to reach me.

... ...

Realmente no hay manera de llegar a mí.

Porque ya me he ido.


La música. En los peores momentos te calma o te atormenta. Anoche no sé ni cuantas veces escuché esta canción (el vídeo que está más adelante). De cierta manera me alimenté de ella hasta altas horas de la mañana.

¿Qué haces cuando agotas todo lo que te rodea? Qué hacer cuando empeora todo mediante una fina red que todo lo entrelaza. Tienes ganas como dice la canción de coger el último billete de ida e irte.

Tuve ganas de salir por la puerta y huir, como una cobarde. Pensé que no podría levantar el alma de nuevo conmigo. Aislada durante horas. Escuchas... Respiras... incluso aveces hablas. Pero todo tiene el mismo sabor.

Las agujas del reloj te pinchan continuamente, recordándote que ellas continúan, que están en movimiento, mientras tú te vuelves de el color del hueso, mientras te endureces y te vuelves rígida y fría como el mármol. Y tu cuerpo, en tal estado aun tiene la insolencia de dejar caer centelleantes estrellas fugaces que recorren tus mejillas ardiendo como el más puro fuego. ¿Qué haces? ¿No ves que me volví de hielo? ¿Es eso todo lo que eres capaz de hacer?

Me anclé a la tercera de estas cuatro paredes. Agote mis voz. Te pasas la vida aprendiendo y diciéndole a la gente que no puede dejarse vencer, y caes. Caes estrepitosamente. No como antes, pero sigue siendo una caída.

Y cuando sientes que todo da igual, cuando pasas las horas con la mirada perdida esperando que algo te devuelva la ilusión, cada vez el cielo se oscurece más. De nuevo de noche.
Quieres gritar, mandar todo a la mierda, quieres...
Pero no tienes fuerzas. Te haces pequeña, rígida, nula. Neutra.


Si no fuera por ella no me habría levantado.

Si no fuera por ella muchas veces no habría podido seguir adelante.

Si no fuera por todos ellos me iría sin pensarlo dos veces.

Si estoy aquí ahora, es por su maldito apoyo incondicional, porque no solo me dio la vida.

Ella también me la devuelve todos los días. Y él aunque de distinta manera, se rompe por mí. Nunca haré lo suficiente para hacerle saber cuánto le agradezco todo.

Se rompen por mí. Dan y darían cualquier cosa por mí . Por todos nosotros.

Y eso es lo que me hace renacer. Lo que me demuestra que vivir no es sólo por uno mismo. Es pensar en ellos. La sangre que corre por mis venas y la suya es la misma.

Ese jodido vínculo no va a cambiar durante toda mi existencia. Por eso he de seguir. Si me caigo volverme a levantar. Porque si continúo es por y para ellos, no solo por mi.

No hay en la Real Academia de la Lengua palabras para describir este tipo de cosas.

Aveces los odias. Otras no los aguantas. Te quejas. Te revientas. No les entiendes. Pero al fin y al cabo, sólo eres capaz de dar gracias por tenerles. Gracias por no estar sola, porque te acompañen, te quieran. Y no pidan a cambio más que tu propia compañía.

Además del top ten, encuentras personas que son más de lo mismo. No tienen tu sangre, no tienen tus ojos, tu nariz, no viven contigo, pero te muestran su apoyo cuando lo necesitas. Los sientes cerca, de una manera casi irreal. Su calor... traspasa mi cuerpo.

Personas que poco a poco han ido ganándose un huequito en ti. Personas que no saldrán facilmente de tus entrañas. Que son capaces de sacarte una sonrisa mientras el desconsuelo tira de ti con fuerza. Que sufren contigo, que te hacen sentir especial, que te enseñan a vivir.
Incondicionales, y que tú muy pocas veces le muestras lo importantes que son para ti.

Quiero llorar. Quiero llorar y que me calmes. Quiero que calles mis sollozos mientras acaricias despacio mi pelo. Que mientas. Dime que todo irá bien. Enséñame de nuevo el amanecer.

Porque algunas veces pienso que no hay manera de llegar a mí, y que quizás me he ido.

Necesito saber que aún sigo aquí...



Esta es la Canción. Vienna, de The Fray. Este grupo cobra gran importancia en mis recuerdos y parece ser que seguirá con su trayectoria. De todos los vídeos con la canción este fue el que más me gustó, con escenas de El viaje de Chihiro, nada que lo exprese mejor. Miyazaki, uno de los grandes.

Disfrutenlo con calma.

sábado, 6 de diciembre de 2008

Silencio.


Me voy. Hoy quiero salir. Quiero coger una mochila y llenarla hasta los topes: una cámara, una libreta, boli, el móvil, el mp4, mis libros por leer. Me llevaré las gafas, por si acaso. Me llevaré una foto. Un abrigo, una bufanda, una botella de agua, dinero. Mis zapatillas desgastadas que tanto me han acompañado, como privarlas esta vez. Llevaré conmigo mis colgantes, mis pulseras. Me pintaré los ojos. Antes de salir releeré todas mis cartas.

Entonces pasaré el umbral de la puerta de mi casa, saldré al pasillo, y sin pararme a mirar abriré la puerta que da al exterior. Estoy fuera. Quiero salir. Ya no son paredes lo que me encierran. Tengo que ir lejos. Me pongo los auriculares y continúo.
Se me acelera el pulso, comienzo a caminar más rápido. Siempre estoy mirando al frente, pero estoy harta de ver siempre lo mismo. Quiero cambiar, quiero viajar, conocer.

Quiero no tener que volver hablar. Quiero seguir al silencio. Aislarme el tiempo necesario.
Necesito salir de la monotonía a la que me han condenado. Necesito el mar. Necesito el campo. Reventaré.

Me dirijo una vez decidido al medio de transporte más cercano y barato. Una parada de guaguas.
Aun es muy temprano, las 7:35 de la mañana. Cogeré el próximo sarcai que se dirija más lejos. Allí volveré a coger otro, hasta que me harte. Comenzaré a fotografiar todo lo que vea, traigo conmigo todas las tarjetas de la casa. Suficiente espero. No abriré los labios. Me limitaré a observar. Hay tantas cosas que aún no he visto.

He llegado al campo. ¿Dónde exactamente? No lo sé. Solo sé que está muy muy verde, que no hay cobertura y que sería lo más sencillo del mundo perderse. Pequeños pueblos. Casas todas iguales, todas dispersas, preciosas. Llenas de color, de frescura, de naturaleza. Calles de piedra, fría y húmeda. Y más abajo, el barranco, las colinas, las montañas.

Son casi las once y está empezando a lloviznar, menos mal que me me traje el abrigo. Será mejor que me resguarde o la mochila comenzará a soltar chispas. Me pongo bajo un árbol, me seco la cara y saco la libreta, necesito escribir. Aunque se moje, se rompa el papel... necesito escribir. Escribir hasta que ya no quede tinta. Mi voz ya no tiene uso. Sigo escribiendo y cuando me doy cuenta estoy jadeando. El frío es mayor y raros son los pocos rayos que traspasan las nubes. Un dolor punzante me golpea la cabeza. Estoy mareada. Miro la libreta detenidamente. Páginas y páginas. ¿Cuando escribí yo tanto? El tiempo aumenta mis delirios. Traidor, no me condenes a tus trances, ya tengo bastante con lo mio. Miro la hora, la una y media y sigo mareada. Me recuesto sobre el árbol y respiro...


[*TBC]