domingo, 28 de noviembre de 2010

Mi castillo sin murallas.

Para estar en mi casa no necesito zapatos.
Adoro sentir con la planta de mis pies las distintas texturas de toda la casa. Sentirlos libres.
No necesito estar correctamente vestida.
Me encanta estar sólo con ese inmenso pullover negro de manga larga que mi padre nunca se pone y que es tan calentito. Ese que me queda bailando y que me tapa hasta donde nacen los muslos.

En mi casa puedo correr por los pasillos, saltar y hacer estupideces esté donde esté y sea la hora que sea. La única regla es ser tú mismo.

Estar en mi habitación y ponerle caras al espejo.
Retorcerme. Tirarme en la cama y dejar la cabeza colgando por un lado con todo el pelo en el suelo mientras en lo que pienso en mis cosas, me baja la sangre a la cabeza y me vuelvo del color de las granadas.

Mi cama me recibe bien a cualquier hora. Ya sean las 15:00, sean las 06:12 de la mañana.

Puedo beber café cuando me lo pida el cuerpo o cuando se lo pida yo. Tirar una manta y una almohada en el balcón y tener para dormir de techo las estrellas. Dormir en la azotea si necesito más espacio y un techo más amplio.

Mirar como se estampan las gotas contra el suelo y el cristal de la puerta del balcón como pequeñas kamikazes cuando llueve.
Tirarme en el suelo del balcón cuando hace Sol y dormir hasta que se despida.

Cenar en la terraza con el olor a carbón.
Poner la música más que alta y repartir aspirinas a los vecinos.

Jugar con mi perro hasta cansarme.
Hacer concursos con mis hermanos. Hacer roscas (palomitas) y tirarnos en la alfombra o en los sillones y hacernos una sesión de cine.

Puedo enfadarme, gritar y hacer escándalo.
Puedo guardar como oro en paño el silencio.
Llorar hasta la saciedad y reír hasta dolerme la cabeza y las costillas.

Puedo decir unas 50 frases sin sentido seguidas y que me contesten a todas con más de lo mismo.
Puedo bailar y tirarme por los suelos mientras canto canciones que nadie escucha.

Puedo subirme a una manta en el suelo y hacer carreras por el pasillo.
Tirar todas las cosas de la habitación cuando me plazca el caos y ordenarlas cuando lo necesite.
Enfadarme con mis padres o con mis hermanos y volver a hablar con ellos a la media hora. Reír y llorar.

Puedo hacer casi cualquier cosa.
Pero lo mejor de todo es que haga lo que haga, lo hago siendo simplemente yo.

No hay máscaras ni mentiras.
No hay verdades a medias.
No hay roles y pocos son los deberes.

Sólo hay gente que te quiere por ser como eres.
Sólo cosas tuyas y de todos.
Sólo monotonía e individuos educados para romperla.

Aquellos que me quieren por lo que soy. Con los que nada me limita a ser como quiera.

domingo, 21 de noviembre de 2010

Con ganas

Empecemos de nuevo con lo ya empezado.
Bastará con hacer pequeños cambios.
Perfeccionar lo planeado.




No subestimes el poder de la voluntad y el ingenio.


Unidos pueden llegar a ser la pieza clave del mecanismo.

jueves, 11 de noviembre de 2010

Ojos de cielo.

No soy más que mis ojos de golondrina.

Aquellos que se pasan la eternidad rondando el cielo de los tuyos.











No soy más que palabras
que vuelan hasta tu oído
transportando mis entrañas.

Más que temblores o cosquillas.

No soy más de lo que aparento
ni menos de lo que esperas.

No soy tu solución.
Ni la de nadie.

Soy otra nota en tu guitarra.
Soy uno más de tus suspiros.

Soy un quizás,
soy un tal vez,
soy un siempre
desconocido.

Soy una caja de sorpresas,
soy la punta de un alfiler.
Soy la tormenta y soy la calma.

Soy el sonrojo de tu tez.
La calidez de tus manos.
La humedad de tu boca.

Soy el mar, y soy la roca.
Soy todo a la vez.