sábado, 26 de marzo de 2011

Actualizar

No suelo escribir en este blog de esta manera. Me refiero a que no lo utilizo para actualizar sucesos, sino más bien para dejar caer textos, desahogos o aquello que causa algún impacto en mí. Sin embargo, ya que en otros post hablé de unos retos que me había propuesto y de unas lecturas, toca dar noticia.

En Febrero me propuse no beber café en todo el mes, y aunque me costaba a veces sustituirlo, pude aguantar los 28 días sin una gota del néctar de los dioses.

Para Marzo, como el reto de Febrero dio resultados, decidí pasar todo Marzo sin chocolate. Y créanme, es mucho más difícil. Mucho más.
En una ocasión salí con unas amigas a tomar algo y decidimos pedirnos unas copas de helado. Todas las copas excepto una, llevaban algo de chocolate. Y esa en cuestión, no me llamaba la atención para nada. Tuve que pedir el helado aparte para restarle cualquier indicio de existencia de chocolate. Además, resulta gracioso que precisamente cuando no puedes tomar algo todo el mundo esté por la labor de invitarte a tomarlo. Incluso quienes no sabían que no podías tomarlo:
"Neri, mamá hizo tarta de chocolate"
"¿Quieres cereales con virutas de chocolate?"
"¿Quieres un kit-kat?"
"Neri, ¡le compramos a papá para el día del padre una tarta de dos chocolates!"
"¿Un cola Cao?"
"¿Yogur de sttracciatella?"

"Esta semana vamos y nos tomamos un chocolate a la taza"


Les sorprendería saber cuantas cosas hay en el mercado que contienen de alguna manera chocolate. Vivía en un estrés continuo mirando etiquetas y rechazando invitaciones. Para tanto fue que ,una noche en la que tuve una pesadilla estremecedora, soñé que sin querer, instintivamente, me olvidaba del reto y comía algo de chocolate. Sería algo insignificante si cuando me di cuenta en el sueño no hubiera sentido un bajón de tensión inmediato y un sentimiento de decepción abrumador. Sentía que había estropeado todo el esfuerzo y había faltado a mi palabra.

Y sí, vale, es una estupidez. Pero eso hace que me de cuenta de hasta qué punto quiero guardarme fidelidad y cuanto me importa mi integridad. Tomarme las cosas en serio y conseguir lo que me propongo.
No soy capaz de verme hacer algo que va contra mi forma de pensar, y de sentir, solo por alegrar al resto. Estoy de acuerdo que siempre hay unos límites, unas concesiones flexibles. Pero no soy capaz de fingir lo que no soy por miedo a perder algo que me lo exija. Es algo que me produce un malestar inconfesable. Siempre he acabado por alejarme de las personas que no eran capaces de respetar mis convicciones y que pretendían llevarme a donde yo no estaba dispuesta a ir.

Bueno, hoy estamos a 26 de Marzo y me quedan 5 días más tan solo sin chocolate. Se acerca mi cumpleaños, en Abril, y entonces pienso disfrutar todo lo de este mes. No es que piense morir de indigestión por chocolate. Pero si hay algo que puedo extraer de estos retos, es que el carecer de algo que para ti es por lo general accesible, te ayuda más tarde a valorar cada posibilidad que tienes de disfrutarlo. A reorganizar tus prioridades. Por ejemplo, cada vez que me voy de viaje al extranjero, extraño muchísimo la comida canaria o su Sol. Y eso es lo que hace que una vez estoy de vuelta, sepa valorarlo infinitamente.

Aparte de la cuestión de los retos, esta semana, precisamente, no ha sido nada fácil. Emocionalmente he estado bastante aturdida y aunque ha habido momentos buenos, en otros me desquiciaba. A veces no eres del todo capaz de discernir entre lo que quieres ― y si realmente lo quieres ― y lo que debes ― y si realmente es lo mejor ― sin trastornarte para deshacer las nubes.


También he terminado de leerme por fin “¿Quién te lo ha contado?” de Marian Keyes y no me ha decepcionado para nada. De hecho me ha encantado. He aprendido que una vez rompes algo, es imposible hacer que vuelva a su estado inicial. En ocasiones es algo tan valioso, que merece la pena mantenerlo y cuidarlo aceptando las circunstancias tal como son. En otras sin embargo, solo arrastramos un sinsentido hasta los límites de terminar de destrozar lo que tenemos. Y entonces, es cuando la realidad hace aparición para demostrarte cómo has podido alargar algo que ya no tenía remedio.

Siempre tienes que ser capaz de encontrar las fuerzas que te ayuden a cambiar. Las fuerzas que consigan que luches hasta el final por lo que quieras y que seas capaz de buscar nuevos objetivos cuando no haya remedio para algo.


Hoy me siento diferente. Supongo que como todos los días. Y me alegra, me alegra mucho, aprender continuamente y ser capaz de cambiar y actualizarme. De renovarme y ver las cosas desde otro punto de vista para reconocer mis errores y mis aciertos. Para consolidar un futuro equilibrio y valorar el presente.

Hasta más ver, volveré pronto con señales de humo.

lunes, 14 de marzo de 2011

Billete a tierra firme

Cuando es de noche en alta mar, todo es absolutamente inmenso.
Se desdibuja el horizonte. No hay más ruido que el vaivén del océano y sus corrientes. Corrientes que te arrastran en un círculo vicioso. En el que luchas por mantener el aire que te queda en los pulmones. Tan solo un par de segundos más.

Te aferras con fuerza a las ruinas de tu voluntad. Y no hay nada que te aliente. El miedo y la cortante humedad te paralizan. Solo puedes dejarte llevar por las corrientes, resguardando el aire.
No entiendes donde quedó el cielo, lleno de estrellas, tan lejos de ti. Tampoco desde donde mira la luna.


Y entonces, un haz de luz te ciega, y caes hundiéndote entre las profundidades de la marea. Creyendo que el oxígeno ya no te brinda una tregua y empiezas a desfallecer. Sales a flote en un último esfuerzo, donde te ves rodeada por otro haz de luz. Y te das cuenta… de que no son las pocas fuerzas que te quedan lo que te ciega. No es la fátiga.

Es un faro.
Un faro indicándote la vuelta a casa.
La tierra firme.
Un lugar donde caminar no supone esfuerzos, donde el agua no te recubre las pestañas.


Eso es. El faro que me recuerda constantemente que existe una tierra firme. No necesito un barco que me auxilie. Solo a alguien capaz de estar ahí. Capaz de devolver la luz cuando tenga el agua hasta el cuello. De devolverme la razón para seguir el camino. De devolverme poco a poco mi esperanza mojada y hundida.


Las ganas de darlo todo. De luchar.