Siempre que el dolor la ametrallaba, ella huía en busca de comprensión por los senderos más desiertos. En medio de la penumbra del camino, siempre acababa apareciendo alguien que pasaba por allí con un pequeño farolillo a devolverle el calor e iluminarle el camino.
Ella siempre fue una fiel devota de las coincidencias del destino.
Al parecer, los que la encontraban a ella no.
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