Las sombras condenaron el lugar, acariciando nuestros corazones.
Y los hicieron brillar.
Expandirse.
Y explotar en pedazos, como fuegos artificiales.
Tiñendo los cielos de rojos, amarillos, y blancos, que derretían, suavemente, el más profundo de los negros en el que se sumía el último de nuestros alientos.
Voy a fragmentarme en pedacitos.
A impulsarme, y a iluminar el cielo.

Como nunca.